domingo, 30 de enero de 2011

¿Soy o no cristiano?

Cuando hablas con alguna persona del Señor, son muchas las que se molestan y te contestan con frases que demuestran enfado, tales como: ¡Antes que tú nacieras yo ya sabía todo lo que se tiene que saber sobre Dios! ¡Qué me vas a decir tú a estas alturas que no sepa! ¡Deja de hablarme como si yo fuera un negrito del Congo!, y con otras parecidas.

Sinceramente os puedo decir que a mí no me molestaría que un vecino o alguien que yo no conociera, me hablara bien de mi padre o que me descubriera facetas de su infancia que ignorara, porque esa persona, fue amigo de él en la niñez. Todo ello me encantaría, como es natural. Lo que no sería de recibo es que le contestara con desagradables modales, como: ¿Pero qué me vas a decir de mi padre que yo no sepa?

Demostraría, entre otras cosas, descortesía hacia esa persona, y daría la impresión que no me interesa saber en absoluto cómo era mi padre en su adolescencia; más aún: me molesta que me hablen de él. Algo parecido nos ha pasado cuando hemos hablado del Señor a alguien. Parece que le ofendemos

Amado lector: Si amas a tu padre, debería alegrarte que, fuera el que fuera y se llamara como se llamara, te hablara bien de él. De igual forma deberías alegrarte si oyes hablar bien de Jesucristo, no importa quien sea, ¿no te parece? Pero se da la paradoja que sí estamos abiertos a oír cualquier inmoralidad pero no el escuchar de facetas del Señor que desconocemos.

(El lector no debe sentirse ofendido porque haya dado por sentado que algún aspecto del Señor no lo conozcas; porque nadie los conoce todos, ya que Él es Infinito. Es por ahí por donde van los tiros, ¿comprendes?)

A veces ocurre que tenemos riquezas en nuestro subsuelo, como pueden ser ríos subterráneos, petróleo, etc, y nosotros que las estamos pisando toda la vida, lo ignoramos; y tienen que venir otros para descubrirlas. No ha sido la primera vez y creo que tampoco será la última.

En Archena tenemos un bonito balneario de aguas termales y miles de forasteros se están aprovechando de sus aguas salutíferas. Y, os puedo asegurar, que hay muchos archeneros que, no sólo no se han aprovechado ni beneficiado de ellas para sus enfermedades reumáticas, sino que nunca lo han visitado por dentro ni han visto sus instalaciones. Que, ¿por qué?, porque piensan: Cualquier día de estos los veré, pero pasan los días, las semanas, los años y con ellos la muerte, y no vieron lo que tan cerca tuvieron.

Así pasa con el cristianismo tradicional. Todos saben que Cristo nació de la bienaventurada virgen María, por medio del Espíritu Santo. También conocen que Cristo murió en la cruz por nosotros y que fue a causa de nuestros pecados. Que resucitó al tercer día, etc. ¡Sí, todo eso lo creen,  pero sólo intelectualmente y no genuinamente, por lo cual siguen teniendo miedo a la muerte.

Amado lector, has de saber que no sólo debes creer en Dios sino que tienes que creer a Dios; y no basta con haber nacido en un país que así mismo gusta llamarse cristiano; tampoco por haberse bautizado en esta o en aquella iglesia, etc; sino que uno llega a ser cristiano cuando admite que ha pecado y ofendido a Dios, y arrepentido le pide perdón de sus pecados y lo hace a través de Cristo: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. (1 Timoteo 2. 5) 

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