domingo, 16 de enero de 2011

Señor, he pecado

Son muchas las personas que me han dicho: ¿Usted piensa que una persona que durante toda su vida vivió siempre haciendo el mal y que a las puertas de la muerte, se arrepiente de su mala vida, puede ir al cielo? Y cuando les contesto con un rotundo , me argumentan: ¡Eso no es justo!, ¿de manera que nunca se acordaron de Dios, ni hicieron obras meritorias, y ahora, como “recompensa”, por un acto de constricción, van al cielo? ¡Eso no puede,  ni debe ser! Entonces tengo que ir a la Palabra de Dios y demostrárselo. Les hablo del ladrón en la cruz el cual se arrepintió cuando ya estaba agonizando y el Señor le dijo: De cierto de digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso. (S.Lucas 23. 43)

Nosotros somos seres finitos y no podemos compararnos con Dios, el cual quiere y puede juzgar a las personas con justicia. Él tiene todos los elementos de juicio necesarios para no equivocarse. Nosotros, ¿qué sabemos de las personas? Ignoramos, ¿cómo piensan, qué creen?… Ni los motivos por los cuales actúan, trabajan, viven…ni las oportunidades que tuvieron de creer o de rechazar el Evangelio. Todo eso y mucho más, ni tú ni yo, lo sabemos, pero Dios sí, y por lo tanto, si recibe a una persona arrepentida, estemos seguros, que tiene razones más que suficientes para hacerlo...

Un tanto por ciento muy elevado, los mortales, llevados por sus razonamientos, por sus conceptos filosóficos y religiosos, no entienden qué es el arrepentimiento que Dios demanda a toda persona, si quiere ser salva y perdonada. El genuino arrepentimiento no consiste en decir: Me arrepiento de todo lo malo que he hecho, ante un cura, para después seguir haciendo las mismas cosas. Dicho juego no engaña a Dios. Esa es la razón y el porqué, dichas personas no son salvas y siguen teniendo miedo a morir…

Cuando una persona se ha arrepentido de verdad, se nota. Antes le gustaba robar, ahora, no sólo devuelve lo robado, sino que siente vergüenza de lo que hizo, con sólo pensarlo… Es decir que, la persona arrepentida, no es aquella que dice: Me arrepiento, sino la que lo siente y vive el arrepentimiento. La persona que se convierte, inmediatamente busca el perdón de Dios, por medio de Cristo, como muy bien dijo S.Pedro: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados… (Hechos 3. 19)

Como puede ver el amado lector, el arrepentimiento bien entendido, lleva a la persona a la conversión, y le pide a Dios el perdón de sus pecados a través de su Hijo, quien nos lavó con su sangre. Como nos dice (1ª de S.Juan 1. 7) …y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.  Si así lo hace, el amado lector, obtendrá las fuerzas necesarias para que desde ese momento en adelante, poder hacer frutos dignos de arrepentimiento. (S.Mateo 3. 8)

S.Pablo narrando su conversión dijo: Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. (Hechos 26. 19-20) Porque cada árbol se conoce por sus frutos. (S.Lucas 6.44)

Amigo, no malogres esta oportunidad. ¡Pídele a Dios  el perdón de tus pecados!, Él no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 S.Pedro 3. 9) ¿A qué esperas?

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