domingo, 30 de enero de 2011

¿Qué de la evolución?

Según la teoría de la evolución, las personas tuvimos nuestro principio en el agua como un renacuajo y con el tiempo y por muchas transformaciones llegamos a nuestros antepasados los monos y después llegamos nosotros. Con dichas hipótesis quieren demostrar lo indemostrable: 1º.) Que no somos creación de Dios, y 2º.) Que si del renacuajo evolucionamos hasta llegar a las personas, pronto llegaremos al hombre eterno en la tierra.

Antes de ver lo que dice la Biblia sobre la evolución, quiero coger unas citas de la Gran Enciclopedia Larousse, la cual declara lo que sigue: El hecho de la evolución está establecido con un rigor suficiente, pero su mecanismo es aún hipotético. Entre las diversas hipótesis que se han propuesto destacan el lamarckismo, o influencia del medio; el darvinismo, o selección natural; el mutacionismo y el neodarvinismo. Ninguna de estas hipótesis da una explicación definitiva de las transformaciones de las plantas y de los animales; todas ellas pueden sufrir severas críticas y dejan sin solución innumerables problemas… …la ausencia de hechos concretos, de pruebas documentales y de un método científico les confiere sólo un carácter especulativo…

Así es como realmente queda la teoría de la evolución: Sólo en teorías e hipótesis, problemas sin solución, ausencia de hechos y pruebas concretas, ni de un método científico, etc, sólo hay pura especulación. En dichas bases se apoyan los científicos para probarnos la evolución. (¿?)

Si al amado lector le dijera, que el reloj que lleva en su muñeca se hizo solo, que no hubo nadie detrás, quizá me dijera que yo estaba tonto o loco, y tendría razón. ¿Pero sí puedes creer que las personas, animales, plan tas, montañas y mares se hicieron por casualidad?

Con todo, acepto el hecho evolutivo, pero de eso a que de algo muy primitivo de vida, y a fuerza de transformaciones se llegó al hombre, es demasiado. Además no hace falta ser demasiado inteligente para comprender que si los monos son nuestros parientes más cercanos, monos hay en el mundo para que sigan evolucionando y transformándose en personas…O que hagan trasplantes de órganos de un mono a personas, ni de su sangre se han hecho trasfusiones, si de verdad venimos del mono.

Se han hecho y se hacen muchos experimentos con los monos, pero no han conseguido que digan ni tan siquiera mamá. En cambio los periquitos y los loros que no tienen labios pueden articular palabras audibles. Cómo se ríe Dios de los sabios de este mundo, los cuales no quieren reconocer por su orgullo que: …lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. (1 Corintios 1. 25)

Por nuestra maldad vamos de mal a peor (2 Timoteo 3. 13) y no de peor a mejor, como intentan decirnos los evolucionistas, creando una falsa esperanza. Sólo tenemos que hurgar en nuestro interior para darnos cuenta de lo podridos que estamos. Esa es la causa por la que padecemos depresiones y miedos.

Amado lector, mi espacio se acaba, pero antes quiero decirte que, ahora que puedes, te arrepientas de tus pecados y vengas a …tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento. (Eclesiastés 12. 1) Si quieres hallar la paz y la felicidad aquí y para la eternidad, acepta a Cristo como tu Creador y Salvador, pues él dijo: Mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (S.Juan 14. 27) Ven ahora a tu Creador.

El corazón es más que un músculo

          Todos sabemos que nuestro corazón es el motor y regulador de la circulación sanguínea, y  en él se encuentran unas válvulas que hacen impulsar la sangre  a través de todo nuestro organismo. No es necesario decir que, cuando deja de latir, la persona deja de vivir. Pero según la palabra de Dios, en el corazón anidan más cosas que no son tan físicas ni materiales.

A riesgo que el amado lector me tilde de fanático o retrógrado, con todo, le digo lo mismo que dijo Pascal que: Il coeur à ses raisons que la raison ne connait point. (El corazón tiene razones que la razón no conoce). Al Señor le preguntaron: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. (S. Marcos 12. 28-30), y pienso me daréis la razón si afirmo que el Señor no se estaba refiriendo a la función mecánica de dicha víscera que bombea nuestra sangre, sino de esa otra labor que también hace el corazón, y que científicamente no podemos tocar, pesar ni medir, pero que en él están nuestras emociones y sentimientos.

Tampoco podemos tocar, pesar ni medir, la mente, ni el alma, porque son fuerzas interiores que nada tienen que ver con nuestro físico y sí  con nuestro ser íntimo.

Está claro que el Señor dio mucha importancia al corazón de las emociones y sentimientos, y por medio del profeta dijo: engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17. 9-10) Y por medio de otro profeta dijo: …¡gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana… (Isaías 1. 4-6)

Cristo: decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones… Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. (S.Mar cos 7. 20-23) También declaró: Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón. (S. Mateo 5. 28) ¿Sabes por qué muchas personas blasfeman?: Porque de la abundancia del corazón habla la boca, (S. Mateo 12. 34) pero Cristo no quiere que se pierdan y les dice: Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (S. Mateo 5. 8)

Tenemos que confesar que somos unos miserables pecadores y nada podemos hacer para mejorar, pero Dios desea nuestro arrepentimiento y nos anima diciéndonos: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (Romanos 10. 8-10)

Lector amado, el corazón es mucho más que un músculo. ¡No seas tardo de corazón para creer lo que la palabra de Dios te dice! Puedes llegar tarde.



Ni fatalidad ni casualidad

Son muchas las personas que cuando sufren un accidente, son consoladas diciéndole: Era tu destino; dando por  sentado que eso tenía que ocurrir a esa hora, en ese día y en ese lugar. Tal creencia está muy arraigada en la sociedad. Pero todo eso es pura superstición, y como tal está muy lejos de ser real o de ser verdad, por lo tanto, no nos dejemos engañar.

Sé que muchas personas dicen la frase: era su destino, con el fin de calmar al amigo que está inquieto, culpándose por algo, que según él, pudo evitar, si hubiera agotado todos los recursos al alcance de su mano, pudiendo así impedir el final trágico que tuvo su hijo o el de su esposa, etc. Es entonces cuando el amigo le dice: No te martirices, era su destino. Intentando demostrar que todo esfuerzo hubieran sido inútil.

Como quiera que el tema es amplio y nuestro espacio es reducido, me limitaré a analizar las decisiones que nosotros hemos de tomar, y no la fatalidad ni la casualidad.

El lector ha de saber que nuestra vida como nuestro futuro material y espiritual no dependen del azar ni del destino. Nuestro futuro eterno puede ser feliz o infeliz, pero dependerá de la acertada o desafortunada elección que hagamos; ya que sin duda alguna, sólo depende de nosotros y no del destino, ni de la fatalidad, ni de la casualidad. Los culpables de nuestro designio eterno, somos nosotros. No acusemos al Diablo ni tampoco a Dios. Estudiemos algo de ambos:

EL DIABLO. Si el amado lector se viera en el infierno, (deseo y espero que no) no sería por culpa del Diablo ni del destino, sino porque tú y sólo tú, así lo quisiste. Porque el derecho de elegir tu futuro es sólo tuyo y NADIE te lo puede arrebatar, ni tan siquiera Satanás. El atormentado gadareno, poseído por unos dos mil demonios, éstos, no pudieron evitar que fuera a Jesús, le adorara y se salvara, ya que sólo la persona es la que tiene la capacidad de decidir lo que quiere para su alma y su futuro eterno.

DIOS. Según consta en su Palabra, nos hizo a Su imagen, conforme a Su semejanza, (Génesis 1. 26-27) y en virtud y por dicha semejanza, nos dio libre albedrío y una voluntad propia, con la cual podemos obedecer a Dios, desobedecerle, bendecidle o maldecidle, si queremos.  ¡Somos dueños de nosotros mismos! Es cierto que con la entrada del pecado en el mundo, nuestra inclinación es hacia el mal, y por lo tanto, somos esclavos del pecado al cual obedecemos; pero con todo, nosotros tenemos la última palabra, pudiendo deshacernos de él, si así lo deseamos y se lo pedimos a Dios, porque: si vosotros permaneciereis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. …De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. …Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (S.Juan 8. 31-36)

Es evidente y queda claro, que no es cierto que unos nacen destinados para el infierno mientras otros llevan la estrella del cielo. La prueba más indiscutible la tenemos en que Dios mandó a su Hijo para salvar a todo el mundo, como lo demuestran los versos siguientes: Dios:  …quiere que TODOS los hombres sean salvos. (1 Timoteo 2. 4) Porque de tal manera amó Dios al mundo, (no a unos sí y a otros no) que ha dado a su Hijo unigénito, para que TODO aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. (S.Juan 3. 16-17)

De modo que tu futuro eterno sólo depende de ti. ¡Tú eres quien eliges tu destino y a nadie puedes culpar!

¿Con qué metro te mides?

El tercero de mis hijos, sólo tenía cinco años cuando me dijo muy serio y convencido: Papá, mido tres metros. Divertido por su ingenua afirmación le dije: Vaya, vaya, lo grande que eres; pero, ¿con cual metro te has medido? Y él, ignorante de lo que es un metro, me enseñó una varita y me dijo: Con éste. Era un palito de unos 25 centímetros y con dicho metro se había medido…

Según “ese” metro, él medía tres metros, pero según el metro que todos conocemos, no llegaba al metro. De forma parecida, nosotros calculamos nuestro pecado: ¡Con nuestro metro!, olvidando que el día que seamos juzgados será ¡¡con el metro de Dios!!

Cuando hablamos de una persona, solemos dar nuestro veredicto diciendo: Fulana es buena o mala persona. Pero, ¿de dónde hemos sacado el patrón, molde o modelo para saber evaluar con justicia a dicha persona? Sin darnos cuenta, la estamos comparando con nosotros. Nosotros somos el punto de referencia. Es seguro que lo hacemos instintivamente cegados por nuestra exagerada estimación que tenemos de nosotros mismos.

La cruda realidad es que ni tú ni yo podemos ofrecernos como prototipos ni como modelos de santidad ante este mundo y mucho menos ante Dios. Sé que los hay peores que nosotros, pero también los hay mejores. Entonces, ¿a quién elegiremos como modelo que pueda darnos la talla? Estoy seguro que nadie de este mundo ha podido ni puede llenar estos requisitos. Que, ¿cómo estoy tan seguro? Porque sólo Dios tiene la medida exacta para sopesarnos, y dicha medida son sus diez mandamientos de la ley, los cuales ningún mortal ha logrado cumplirlos. Dios nos dice: No hay justo, ni aun uno… Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles… no hay diferencia, por cuanto TODOS pecaron, y están destituidos echados fuera de la gloria de Dios. (Romanos 3. 10 a 23)

Como ejemplo veamos uno de esos mandamientos: No cometerás adulterio. (Éxodo 20. 14) Todos nosotros tenemos conocimiento del mandamiento, pero, ¿qué valor le damos a dicho precepto del Señor? A juzgar por nuestra manera de vivir me temo que ninguno. Desgraciadamente tenemos más miedo a los humanos que al juicio de Dios. Es terrible, pero así es. Y es, porque el pecado ha creado una barrera tan grande entre Dios y la persona, que ésta se ha endurecido. 

Es del dominio público que un tanto por ciento elevadísimo de las parejas de novios están fornicando, es decir, están teniendo relaciones sexuales. Para Dios, esto es un grave pecado, pero a los padres sólo les preocupa que su hija venga embarazada y no que esté fornicando. Quizás te digas: ¡Que disfruten, pero que no venga preñada! Si es así, yo te pregunto: ¿Qué metro o patrón estás usando, el de la indiferencia? ¿Dónde está tu moral? ¿Dónde está fe? ¿Qué clase de cristianismo tienes?

Has de saber que Dios no cambia y sigue diciendo: No cometerás adulterio. Como también en (Hebreos 13. 4) Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; sin mancha; pero a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios. Y en (S.Mateo 5. 27-28) en el Sermón del Monte dijo: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

¿Por qué te detienes? ¡Ven a Dios, y arrepentido pídele el perdón de tus pecados por medio del Señor Jesús! Amén.

¿Por qué y para qué vino Cristo?

Quizá el lector se halla preguntado alguna vez: ¿Por qué tuvo que nacer, vivir y morir en una cruz Cristo, y en aquella época y no en esta? Hay muchas buenas razones por las que el Hijo de Dios hizo su aparición en este mundo en aquella ocasión, y te puedo asegurar que no fue un capricho de Dios, ni tampoco la casualidad, ya que en este mundo se tenían que dar ciertos requisitos y hechos los cuales prepararían el ambiente y el escenario para que naciera.

Así que no es de extrañar que naciera en ese tiempo y no en el nuestro, pues la Biblia dice: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, (Gálatas 4. 4) porque: cuando el pecado abundó, sobreabundó la Gracia, (Romanos 5. 20)  para así podernos redimir del pecado. Fue por eso que, nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, (S. Lucas 1. 69)  y todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo. (S. Mateo 1. 22-23). Fue en esa época que los romanos dominaban casi todo el mundo conocido, y Palestina estaba bajo su dominio y autoridad.

El castigo que los romanos aplicaban a los ladrones y criminales era la muerte en cruz, donde el reo expiraba poco a poco por la continua pérdida de sangre. Esta fue la pena que adjudicaron al Señor Jesús: ¡La cruz!, donde derramó hasta la última gota de su sangre, pues uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. (S.Juan 19. 34), es decir: Salió aguaza con sangre, ya que sin derramamiento de sangre no se hace remisión. No hay perdón. (Hebreos 9. 22)

Fue por eso que Cristo tuvo que derramar su preciosa sangre para que cual Cordero divino, pudiera pagar y limpiarnos del pecado. No era suficiente morir, también tenía que derramar su sangre, y para eso, ¿qué mejor muerte que la cruz? Hoy no se estila como pena capital en ningún país ni estado del mundo, por lo tanto Cristo no podía haber nacido, vivido y muerto en nuestro tiempo, entre otras muchas razones.

Ahora, en breve y con la ayuda del Señor, quiero mostrarte la vital importancia del derramamiento de la sangre del Hijo de Dios. Tú sabes que en el Antiguo Testamento se mataban en el templo animales para la expiación de los pecados; pues bien, Cristo no ofreció la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino Su propia sangre. (Hebreos 9. 12), siendo así rescatados de nuestra vana manera de vivir, la cual recibimos de nuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros. (1 S. Pedro 1. 18-20)

Dichas verdades no serán una realidad en tu vida a no ser que te las apropies por medio de la fe en su sangre, (Romanos 3. 25) y si así lo haces, serás justificado gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. (Romanos 3. 24) Todo ello ha sido posible porque Él nos amó, y lavó de nuestros pecados con su sangre. (Apocalipsis 1. 5)

Si el amado lector no sabe el lugar que le espera después de la muerte, entonces sin pérdida de tiempo, debes de arrepentirte y pedirle el perdón de tus pecados a Dios, porque sólo la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 S.Juan 1.7)


Por la boca muere el pez

Cuando uno lee obras del castellano antiguo o ve películas que evocan escenas de los siglos XVI al XVIII, quedo extasiado al ver cómo se expresaban aquellos paisanos, pudiendo percibir cierta educación en la conversación diaria, como también un tono reverente para todo lo sagrado. Hoy, en cambio, ha degenerado tanto nuestro idioma y se ha vuelto tan soez y ordinario el diálogo, que hasta da reparo enchufar la televisión o la radio, por lo que puedas oír.

Es tanta la costumbre que tenemos de escuchar palabrotas que ni nos damos cuenta del lenguaje tan bajo que usamos. Hemos perdido los buenos modales, porque la jerga que utilizamos está embrutecida y la salpicamos con groserías; y como con-secuencia nos estamos volviendo hostiles y violentos. Por eso  Dios nos avisa: No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. (1 Corintios 15. 33)

En estos días de calor, nos sentamos a la puerta a tomar el fresco, y nos horrorizamos al oír a los niños plantar entre col y col una lechuga; es decir: Entre palabra y palabra, un taco, una blasfemia. Y lo dicen con la mayor naturalidad… y los padres tan tranquilos,  ¿no será, porque: De tal palo tal astilla?.

A veces se adquiere esa mala costumbre por haberlo escuchado de tus padres o de personas muy cercanas a ti, pero has de saber que hay remedio. Dios te puede y quiere librar, si arrepentido se lo pides, en el nombre de Jesucristo, el cual derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados, pues la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 S.Juan 1. 7) Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana -vacía y corrupta- conversación, LA CUAL RECIBISTEIS DE VUESTROS PADRES, no con cosas corruptibles, como oro o con plata; sino con la sangre preciosa de Jesucristo. (1 S.Pedro 1. 17-19)

Lo mismo da que los padres tengan o no cultura, porque de sus bocas sólo salen ternos e imprecaciones. Damos gracias a Dios, que no todo el monte es orégano, pues hay honradísimas excepciones en este caos de maldicientes.

Cuando hablas con amigos con los que tienes la suficiente confianza para decirles, con tacto y delicadeza, lo feo que está pronunciar tacos y blasfemias contra Dios, te encuentras con reacciones muy variadas. Los hay que, de un modo cortés lo admiten, y te dicen que lo hacen sin querer y sin maldad. Sé que lo hacen sin querer, porque es tanta la costumbre que sin desearlo ni pensarlo sueltan el taco; pero sin maldad ¡eso es harina de otro costal! Hemos de saber que toda suciedad que sale de nuestra boca, lleva en sí maldad y pecado. El Señor dijo que …lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, blasfemias. Estas cosas CONTAMINAN AL HOMBRE. (S. Mateo 15. 18-20)

Sé que no es fácil dejar el vicio de decir tacos. Para poder dejar el hábito, el remedio infalible es, sencillamente entregar tu vida al Señor, reconociendo tu fea costumbre y pidiéndole a Él el perdón de tus pecados, y Dios te dará el poder de dominar esa falta. Pero si después de todo lo dicho, decides seguir hablando groseramente,  Dios te dice: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los borrachos, ni los MALDICIENTES, heredarán el reino de Dios. (1 Corintios 6. 9-10)

¿Dónde está el sabio?

En los tiempos apostólicos, Grecia era la cuna del saber y de la cultura, sin embargo sus grandes sabios estaban muy lejos de la sabiduría de Dios, o sea, de la salvación. Ya que el conocimiento humano no es garantía de saber o de poseer el conocimiento divino; más bien, en la mayoría de la veces sucede todo lo contrario, pues la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios, (1 Corintios 1. 19) dándose la paradoja que muchos de esos sabios son ignorantes en cuanto a la salvación de Dios. Con ello no quiero decir que los analfabetos tengan asegurada la salvación, ¡ni mucho menos!, pues la gente sencilla, desgraciadamente, también está lejos de Dios.

Hay personas que son tan sabias y tienen unas mentes tan privilegiadas que no pueden creer que por medio de la muerte del Hijo de Dios en la cruz, podemos ser salvos y tener la vida eterna, cuando creemos que murió en lugar nuestro. ¿Saben por qué? Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan …es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? (1 Corintios 1. 18-20)

Dios pregunta: ¿Dónde está el sabio? El sabio se esfuerza por conocer otros planetas y a la vez desconoce la Tierra y a su Creador, el cual está a su alcance como dice la Escritura: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Romanos 10. 8-9)

El sabio siempre está investigando cosas, que no dudo tienen su provecho, y no puede perder su tiempo en buscar a Dios... Descubre mejores productos de limpieza, pero no puede lavar su pecado, pues el único remedio se halla en la sangre de Jesucristo su Hijo que nos limpia de todo pecado. (1 S.Juan 1. 7)
Son sabios y precavidos en amontonar dinero y propiedades, ¡y no está mal!,  con el fin de asegurar su vejez, (si es que viven para disfrutarla)… es aquí donde radica su necedad: ¿Para algo tan incierto como es llegar a ser viejo, te preparas, y para algo tan cierto como es la muerte, no haces ningún preparativo? ¿Dónde está tu sabiduría?

Los sabios, por un lado, multiplican esfuerzos muy loables y tremendos para salvar las vidas de miles de niños y de personas amenazadas por el hambre y la enfermedad; y por otro lado, dichos sabios asisten impasibles ante el holocausto silencioso de miles de vidas que mueren asesinadas en los vientres maternos abortando... ¿Dónde está el sabio? ¡¿Todo esto, no es una insensatez?

Nuestro orgullo no nos deja reconocer la esquizofrenia que estamos sufriendo. Si las personas nos dejáramos guiar por Dios a través de la sencillez de su Palabra, pronto encontraríamos la verdadera sabiduría y con ella la paz del alma y la salvación: Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. …lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; …A FIN DE QUE NADIE SE JACTE EN SU PRESENCIA. (1 Corintios 1. 25-31)

Pero para aceptar todo esto, necesitas una buena dosis de temor reverente; porque si no, será imposible, ya que: el principio de la sabiduría es el temor al Señor, y sólo los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. (Proverbios 1.  7.