sábado, 15 de enero de 2011

Todos, tú y yo, robamos


Entonces crucificaron con Él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. (S. Mateo 27. 38) Así de severas eran las leyes romanas con los ladrones. Son muchas las personas que desearían que dichas leyes siguieran en vigor, porque piensan, que de estarlo, el mundo marcharía mejor, ignorando que ese vicio, también lo tienen ellas… ¿Sabes por qué? Porque hay multitud de formas de robar como también muy sutiles. Intentaré de señalar algunas, no todas, por supuesto, y puede que en alguna de ellas te veas reflejado…

Los hay que roban las casas y les llaman rateros. Están los carteristas que finamente te quitan el monedero.. Los del tirón, el atracador, el saqueador, el bandido, etc.

Después tenemos a los estafadores, los que cobran precios abusivos en sus ventas o en sus servicios. Los que roban al Estado mintiendo en sus declaraciones a Hacienda, con la consabida excusa de que: El que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Y no hay más atracos por el temor al bochorno y a la cárcel, pero no por temor a Dios… ¡Qué bajo hemos caído y qué indiferentes nos quedamos!

Los hay que sisan a sus padres y no le dan la mayor importancia pero el Señor lo denuncia: El que roba a su padre y a su madre, y dice que no es maldad, compañero  es del hombre destruidor. (Proverbios 28. 24)

En fin, la lista es larga, pues hasta los hay quienes se atreven robar a Dios. ¿Robará el hombre a Dios? Pues me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. (Malaquías 3.  8)

En cierto país, se legisló cortar la mano a la persona que atraparan robando. Un indigente, llevado por su viejo vicio de coger lo ajeno, fue cogido con las manos en la masa. En el juicio se le dijo: ¿No sabías que el castigo por hurto sería la amputación de la mano? El asustado delincuente contestó: Sí, lo sabía,  pero no pude evitarlo… Le cortaron la mano. Después de unos meses, volvió a comparecer ante el mismo tribunal acusado por el mismo delito… y sin contemplaciones se le cortó la otra mano. Pero lo sorprendente fue que, al cabo de algún tiempo le volvieron a atrapar robando con los muñones que le quedaron después de la mutilación, y en el juicio no sabían qué hacer con él, ya que no tenía manos para cortarle… El juez enfurecido le dijo: Pero, ¿cómo es posible que tú, después de perder tus dos manos sigas robando? Y el compungido y frustrado ladronzuelo contestó con lágrimas en los ojos: Es que no son las manos las que roban, sino el corazón… Tenía razón: Porque de dentro del corazón de los hombres salen… los hurtos. (S.Marcos 7. 21)

La anécdota nos da a entender que, la única manera de no robar sería si pudiéramos cambiar el corazón. Sí, ¡ese sería el remedio!, y para eso se necesitaría un milagro. Dicho milagro puede ocurrir, si tú lo quieres… porque Dios ha prometido, y lo cumplirá, de darnos un corazón y un espíritu nuevo… y quitaré el corazón de piedra… y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis mandamientos… (Ezequiel 11. 19-20)

¿Te gustaría no tener vicios que arruinen tu vida? ¿Sí? Es bien fácil porque cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón… que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, SERÁS SALVO. (Romanos 10. 8-10) ¿A qué esperas?


No hay comentarios:

Publicar un comentario