Y, ¿sabes por qué? Porque el pecado ha estropeado la perfecta creación que en su día Dios dejó a nuestro cuidado y, por lo tanto, es imposible que podamos ser felices, a no ser que le demos a Dios las riendas de nuestra vida, aceptando antes nuestra inutilidad y pecado y así poder recibir a Cristo como nuestro Salvador y Señor. Si lo haces, tu vida empezará a tener sentido.
Hoy, es normal, por desgracia, ver matrimonios rotos, bien sea por culpa de uno o del otro. Por incompatibilidades o por quítame estas pajas, o porque alguno se enamoró de otra persona… De manera que el divorcio está a la orden del día, dejando tras ellos un lastre de hogares e hijos frustrados; y todo, porque hemos marginado a Dios de nuestra vida, y porque estamos haciendo las cosas en contra de lo establecido por Él, dando rienda suelta a nuestras pasiones más bajas y vergonzosas, pero eso sí, con aire de legalidad. No es nuevo. Es tan viejo como el mismo pecado.
Un día le dijeron a Cristo: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Jesús respondiendo dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre., (S.Mateo 19. 3-6) remachando Jesús lo que siempre fue desde el principio. Principios que nosotros hemos roto y después gemimos y nos quejamos a Dios, pero, sin reconocer la culpa.
Todo esto y muchas de las desgracias que padecemos nos vienen porque de alguna manera habiendo conocido a Dios, no le glorificamos, ni le damos gracias, sino que nos envanecemos en nuestros razonamientos, y nuestro necio corazón está entenebrecido… y cambiamos la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Y como quiera que no aprobamos tener en cuenta a Dios, (en nuestros negocios, en nuestros hogares, en nuestras vidas, etc.) Dios nos entrega a una mente depravada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de homicidios, contiendas, engaños y malignidades, etc. (Romanos 1. 21, 25, 28 y 29)
De todo esto y mucho más, es de lo que llenamos nuestro corazón vacío, y por lo tanto y como consecuencia, de un modo mecánico, gemimos por una vida mejor, pero nuestro pecado nos lo impide. Sí, todo nuestro mal y todas las frustraciones que sufrimos se las debemos al pecado, como Dios le dijo a Adán: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por amor de ti. (Génesis 3. 17)
Dios tuvo que maldecir la tierra por amor a nosotros, igual que hacemos con nuestros hijos, cuando los disciplinamos, con el fin de hacerles volver al buen camino, y Dios es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 S.Pedro 3. 9) Amado lector, deja de gemir y ven al Señor ahora, antes que sea demasiado tarde, pues Él ha dicho: Yo soy el Camino, y la Verdad , y la Vida ; nadie viene al Padre, (nadie puede ser feliz) sino por Mí. (S.Juan 14. 6)
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