Reconocemos que dichos monolitos siempre han llamado nuestra atención, no sólo por conservarse erguidas después de siglos, sino también por ignorar el cómo fueron cortadas, transportadas y cómo las levantaron. Pero esto es nada comparado con el misterio de la salvación, la cual, en términos populares, se supone que debe costar muchísimo el conseguirla; pero se da la paradoja que sólo una cosa hace falta, y gracias a Dios, tampoco es difícil. No necesitamos levantar un obelisco, sino sencillamente confesar nuestro pecado a Dios, y en los méritos ganados por su Hijo a favor nuestro, suplicarle nos perdone y nos limpie de todo pecado. Sólo esto.
El acontecimiento más grande de nuestra vida, con mejores o peores consecuencias, radica en sólo una cosa: En creer o rechazar lo que Cristo hizo a nuestro favor, derramando Su sangre para conseguir nuestro perdón; Pues SÓLO la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 S.Juan 1. 7)
No ignoro que a través del tiempo nos han ocurrido casos difíciles de olvidar, como pueden ser el final de una carrera, el día que nos casamos, nuestro primer hijo, etc, pero te aseguro que, el obtener la salvación, por haber recibido al Señor como Salvador, no tiene comparación.
En cierta ocasión Jesús se hallaba en casa de los hermanos: María, Marta y Lázaro. María se hallaba a los pies del Señor Jesús escuchando Su palabra. Marta, su hermana estaba atareada con muchos quehaceres y, un poco molesta, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (S.Lucas 10. 42) De modo que Cristo dijo que: SÓLO UNA COSA ES NECESARIA. Sí, amig@, sólo una, refiriéndose a la salvación del alma; porque al final de cuentas, SÓLO eso valdrá, ya que todo lo demás SÓLO sirve para perder la vida eterna.
Cristo sanó a un ciego de nacimiento y siendo interrogado por los fariseos hasta la saciedad, cansado con tantas preguntas molestas, les dijo: Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. (S.Juan 9. 25) ¡Eso era lo verdaderamente importante: que habiendo yo sido ciego, ahora veo.
¡Cuánta sería mi alegría, lector o lectora, que pudierais decir lo mismo: una cosa sé que ahora soy salv@ por haber recibido al Señor como mi Salvador y el día que muera, estoy segur@, que iré con Él!.
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