sábado, 22 de enero de 2011

El agua es igual a vida

Si alguien sabe medir y apreciar el valor del agua para las tierras, ese alguien es el agricultor. En toda la provincia de Murcia disponemos de multitud de ejemplos. Sólo tenemos que subir a un montículo para ver la línea divisoria hasta donde llega el agua. En donde se riega, parece un vergel, lleno de árboles frutales, hortalizas, etc., ¡tiene vida!, pero donde el apreciado líquido no llega, el terreno es árido, estéril y da pena ver el panorama tan desolador… Esas mismas tierras estarían con vida y producirían ricos frutos si el agua las regara…

Queda claro que el agua es valiosa para la tierra y para la vida de las personas. Lo que nos lleva a pensar en lo que Jesús dijo: Si alguno tiene sed venga a Mí y beba. (S.Juan 7. 37) Si el agua la juzgamos valiosa para la tierra y vital para las personas, ¿qué calificativo le daríamos al Agua de la que hablaba Cristo? Creo que no hay palabras para definirla con justicia, ya que se trata de su Palabra y de su salvación eterna.

Dicha salvación nos la regala porque no la podemos comprar ni con obras ni con sacrificios, ni con dinero, etc. Porque, ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (San Mateo 16. 26) El agua que el Señor nos ofrece es la que realmente sacia el alma, porque todo lo demás, un día perecerá.

En cierta ocasión el Señor estaba con sus amigos, Lázaro, Marta, y María, y ésta última, sentada a sus pies, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; -y no es la salud, ni el dinero, ni el amor- y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. (S.Lucas 10. 39-42) ¿A qué buena parte se refería Jesús? Sencillamente el estar a los pies suyos escuchando su Palabra, ESA era la única cosa necesaria, todo lo demás: Salud, dinero y amor, es secundario y ¡aquí se quedará! Ruego al querido lector a adquirir el importante hábito de leer las Sagradas Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. (S.Juan 5. 39) pues en ellas, no sólo aplacarás la sed de tu alma, sino que podrás encontrar la salvación ahora y para la eternidad.

Un día, Jesús cansado de caminar, se sentó junto a un pozo de agua y esperó que llegara una mujer a la cual le pidió de beber, ella desconcertada que un judío le pidiera agua, contestó con evasiones y Cristo le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y Él te daría agua viva. (S.Juan 4. 10)

Jesús le estaba ofreciendo apagar su sed con agua de Verdad, no agua apantanada y sucia de este mundo, que lo único que hace es contaminar y entretener el alma para condenarla, como bien le dijo el Señor: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que Yo le daré, NO TENDRÁ SED JAMÁS; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (S. Juan 4. 13-14) ¡Menuda diferencia!

Lo mismo que nuestras tierras sin agua son áridas, yermas, desiertas e infecundas, así es tu alma sin el Agua Viva que Cristo te ofrece: Querido amigo: Tú que pides agua para ti y tus tierras, ¿por qué no haces lo mismo para tu alma? Con la gran diferencia que con Cristo no serás defraudado, ya que el prometió: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí… de su interior correrán ríos de agua viva. (S.Juan 7. 37-38) ¡Vale la pena probar!

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