sábado, 15 de enero de 2011

Traicionando tu conciencia


Aunque nuestra conciencia no siempre es la más idónea para reprender nuestra conducta,  pero no obstante, todavía queda en nosotros algo de lo que Dios nos depositó para saber distinguir lo que es bueno y lo que es malo; y por lo tanto, aunque no sea todo lo justa que debiera ser, todavía nuestra conciencia sabe distinguir lo que es razonable y lo que no lo es. De eso vamos a intentar decir algo.

 Ante todo quiero hacer re-saltar que no hay cosa más infame en nuestra vida, que TRAICIONAR A NUESTRA PROPIA CONCIENCIA, es decir: Traicionar esos principios que Dios puso en nosotros, aunque sea por motivos más o menos “justificados”, -según nosotros- porque por muchas razones que queramos presentar, lo que NUNCA podremos hacer, será CALLAR a nuestra conciencia; a nos ser que, arrepentidos pidamos perdón a la persona ofendida, -si es este el caso- y a Dios por lo sucedido. Y si no lo hacemos, entonces SIEMPRE arrastraremos el peso en nuestra conciencia.

Pilato, por querer conservar su posición en la sociedad, traicionó su conciencia, entregando a Jesús a muerte, a pesar de conocer que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. (S. Marcos 15. 10) De nada le valió todo el teatro que hizo de lavar sus manos para justificar que él no tenía nada que ver con el asunto… cuando él dijo a Jesús: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? (S. Juan 19. 10)

Muchas personas por alcanzar puestos en la sociedad, han llegado a poner zancadillas a sus compañeros, traicionando su lealtad y a su conciencia…

Judas, también traicionó su conciencia por unas monedas, pues él sabía que pecaba entregando sangre inocente. (S. Mateo 27. 4) Tanta fue su codicia que le entregó, y después, ¡qué! No pudo aguantar el peso de su conciencia, y aunque arrojó las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. (S. Mateo 27. 6) Le fue más fácil quitarse la vida que vivir con el peso de su conciencia. ¡Con lo sencillo que hubiera sido pedirle perdón al Señor Jesús!

Es de desear que el apreciado lector no llegue a tal extremo, sino que antes acuda a Cristo para implorar, arrepentido,  Su perdón por los pecados cometidos… ¡No te resistas apoyándote en tus razonamientos!. Ve a la persona ofendida y pídele perdón… Tus vanos argumentos no podrán suprimir tus remordimientos de conciencia, ya que no la podrás engañar… ella estaba allí, cuando hacías el delito y lo mantendrá en tu memoria. ¡No vivas con ese peso toda tu vida!…

El apóstol Pedro traicionó a su conciencia. Él había dicho: Señor dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte… (S.Lucas 22. 33) y, como tú sabes, le negó, ¡y de qué manera! Pero arrepentido saliendo fuera, lloró amargamente. (S.Lucas 22. 62)

S .Pedro fue perdonado y no tuvo que llevar esa carga en su conciencia, pues al recibir el perdón, la carga desapareció. ¡Ese es el milagro de la salvación! ¿Por qué no haces tú lo mismo ahora? Has de saber que solo la sangre de Cristo tiene el poder de limpiar tu conciencia, pues (Hebreos 9. 14) nos dice que la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios limpiara vuestras conciencias. ¿A qué esperas?


No hay comentarios:

Publicar un comentario