sábado, 22 de enero de 2011

Carnaval o disfraz

Cada año suelen salir por nuestras calles personas que con su humor tratan de hacernos reír y que pasemos un tiempo agradable. Lo lamentable es cuando se ven actos provocativos tanto  en la política, como en el sexo como para la buena convivencia. Algunas personas, valiéndose de los días de carnaval se atreven hacer, lo que en la vida real no harían; pero el peligro está en el disfraz que cada día nos ponemos, porque no somos sinceros en y con todo lo que hacemos y decimos, convirtiendo nuestra vida en una pura comedia… ¡Triste realidad la tuya y la mía! ¿Verdad?

Al levantarnos, lo primero que hacemos, es ponernos la careta para así poder vivir la mentira todas las horas del día. Y es que, la naturalidad, la verdad y la realidad nos asusta. Es aquí donde radica nuestro mal y nuestra condenación, como bien dijo Cristo: Y esta es la condenación: Que la Luz vino al mundo y los hombres amaron más las tinieblas -la hipocresía- que la luz, -que la sinceridad- porque sus obras eran malas. (S. Juan 3. 19)
Interpretamos tan bien los papeles, que hemos creído que así es como debe ser, porque esta vida no se puede vivir sin el antifaz, sin estar mintiendo a cada momento, de modo, que no sabemos ser sinceras…

¿Sabes cuál es el origen de la palabra sincera? En la antigüedad, cuando un alfarero tenía terminada una pieza delicada y se le rompía un pedacito por accidente, para poderla vender, la pegaba y la disimulaba con cera. Con el tiempo, si el comprador atinaba a cogerla por el pedazo cubierto con cera, la vasija se le caía y se rompía… A la siguiente compra le decía al alfarero: Quiero una vasija, pero que sea sin-cera…

Puede que tengas tus razones para llevar una vida fingida. Quizás pienses que todas las personas viven así; pero hay algo que tú no debes hacer, y es: Engañar y  engañarte a ti misma. Debes ser una persona sin-cera por tu bien presente y eterno. Por que, ¿tú sabes cuando mueras a dónde pasarás la eternidad? Por favor, ¡no desvíes ni esquives la pregunta, diciendo sarcásticamente: Iré a la sepultura! Tú sabes muy bien que allí vamos todos, pero también sabes, que allí no termina todo, sino que allí empieza la eternidad, una nueva dimensión, bien sea con Dios o sin Él. ¡Sí, al Infierno o a la Gloria! Te guste o no, tú presientes que así es…
Vuelvo a hacerte la pregunta y es pero te respondas con sinceridad: ¿Qué esperas después de la muerte? … Si te has respondido, te habrás dado cuenta que estás en un mar de confusiones y de ambigüedades y por lo tanto estás tentado a creer que no ha valido la pena de ser sin-cera contigo misma… ¡Ni lo pienses! Ahora ya sabes con seguridad que no sabes nada sobre tu eternidad, porque has tenido el valor de enfrentarte a ti misma sin tapujes, y, por primera vez en tu vida, te has visto perdida, ¿verdad?

Ahora es el momento cuando debes acudir a Aquel que dijo: Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. (S.Mateo 18. 11) Y el mismo Señor te sigue diciendo: Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. (S.Mateo 9. 13) ¿A qué espera el lector?

Si te sirve de consuelo te diré que el día que me desenmascaré y me desnudé ante el Señor, ese fue el día más feliz de mi vida, porque ese día, fui vestido con el mejor vestido, como el hijo pródigo. ¡Anímate y haz la prueba!

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