domingo, 16 de enero de 2011

Saber no es hacer


La mayoría de las personas, unas más y otras menos, somos altivos, engreídos, vanidosos, soberbios y endiosados. Nos jactamos de muchas cosas, cuando debiéramos ser más comedidos y prudentes.

Paradójicamente, se da la circunstancia que, cuanto más ignoramos de algo, de eso es de lo que más nos jactamos… como es el caso de la salvación y de la vida eterna. Pues con aire inflado  discutimos y discutimos dando a entender que, sobre ese asunto, sabemos más que nadie. Con razón el Señor tuvo que decir: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. (S. Mateo 15. 8)

Como quiera que las personas, a través de los tiempos, siempre hemos sido iguales de autosuficientes y de creídas, el Evangelio nos reprende con la parábola de aquellos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros… Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos era un orgulloso fariseo, y el otro un deshonesto cobrador de impuestos. El fariseo oró así: Gracias Dios mío, porque no soy pecador como los demás, y muchísimo menos como ese cobrador de impuestos que está allí. Nunca engaño ni cometo adulterio. Ayuno dos veces a la semana, y te doy diezmo de todo lo que gano.

El cobrador de impuestos, en cambio, se paró a cierta distancia y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lleno de dolor, se golpeaba el pecho y exclamaba: Dios mío, ten misericordia de mí, pecador. Les aseguro que este último, y no el fariseo, regresó a su casa justificado. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla, será ensalzado. (S.Lucas 18. 6-14 de la versión parafraseada de la Biblia al Día) ¡Eso dijo el Señor del orgulloso fariseo!, a pesar que hemos de reconocer, que era un buen hombre. Pocos en nuestro tiempo podrían igualarle en su actitud… pero le echó a perder la adulación de sí mismo…

Si nosotros escogemos el camino de la soberbia, como el fariseo, hemos de saber que, dicha altanería no es buena ya que viene de nuestra vanagloria... Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre… (1 S.Juan 2. 16) De modo que: o paramos en seco y reflexionamos seriamente sobre nuestra loca carrera, arrepentidos, o acabaremos destruyéndonos en un infierno y ya sin remedio

Espero, que tu arrogancia no te arrastre a tan trágico destino, sino que AHORA que tienes tiempo, pienses en todo lo que Dios ha hecho por ti, por medio de su Hijo, y humildemente le pidas el perdón de todos tus pecados, en el nombre del Señor Jesucristo.

Te ruego que no sigas con el peligroso juego de jactarte de tus soberbias, porque: Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.  (Santiago 4. 16-17) Como puedes ver, no es suficiente saber lo bueno, hay que hacerlo… y para eso, necesitas la ayuda del Señor Jesús, porque tu solo no puedes.

Te aconsejo que vengas al Señor en busca de tu salvación presente y eterna. Díselo con tus palabras, sin necesidad de oraciones aprendidas de memoria. ¡Hazlo ahora!, y dile, como S.Pedro cuando se ahogaba: ¡Señor, sálvame! ¿Sabes por qué? Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mateo 7. 8) ¡Pruébalo y serás salvo!

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