domingo, 30 de enero de 2011

¿Por qué y para qué vino Cristo?

Quizá el lector se halla preguntado alguna vez: ¿Por qué tuvo que nacer, vivir y morir en una cruz Cristo, y en aquella época y no en esta? Hay muchas buenas razones por las que el Hijo de Dios hizo su aparición en este mundo en aquella ocasión, y te puedo asegurar que no fue un capricho de Dios, ni tampoco la casualidad, ya que en este mundo se tenían que dar ciertos requisitos y hechos los cuales prepararían el ambiente y el escenario para que naciera.

Así que no es de extrañar que naciera en ese tiempo y no en el nuestro, pues la Biblia dice: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, (Gálatas 4. 4) porque: cuando el pecado abundó, sobreabundó la Gracia, (Romanos 5. 20)  para así podernos redimir del pecado. Fue por eso que, nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, (S. Lucas 1. 69)  y todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo. (S. Mateo 1. 22-23). Fue en esa época que los romanos dominaban casi todo el mundo conocido, y Palestina estaba bajo su dominio y autoridad.

El castigo que los romanos aplicaban a los ladrones y criminales era la muerte en cruz, donde el reo expiraba poco a poco por la continua pérdida de sangre. Esta fue la pena que adjudicaron al Señor Jesús: ¡La cruz!, donde derramó hasta la última gota de su sangre, pues uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. (S.Juan 19. 34), es decir: Salió aguaza con sangre, ya que sin derramamiento de sangre no se hace remisión. No hay perdón. (Hebreos 9. 22)

Fue por eso que Cristo tuvo que derramar su preciosa sangre para que cual Cordero divino, pudiera pagar y limpiarnos del pecado. No era suficiente morir, también tenía que derramar su sangre, y para eso, ¿qué mejor muerte que la cruz? Hoy no se estila como pena capital en ningún país ni estado del mundo, por lo tanto Cristo no podía haber nacido, vivido y muerto en nuestro tiempo, entre otras muchas razones.

Ahora, en breve y con la ayuda del Señor, quiero mostrarte la vital importancia del derramamiento de la sangre del Hijo de Dios. Tú sabes que en el Antiguo Testamento se mataban en el templo animales para la expiación de los pecados; pues bien, Cristo no ofreció la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino Su propia sangre. (Hebreos 9. 12), siendo así rescatados de nuestra vana manera de vivir, la cual recibimos de nuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros. (1 S. Pedro 1. 18-20)

Dichas verdades no serán una realidad en tu vida a no ser que te las apropies por medio de la fe en su sangre, (Romanos 3. 25) y si así lo haces, serás justificado gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. (Romanos 3. 24) Todo ello ha sido posible porque Él nos amó, y lavó de nuestros pecados con su sangre. (Apocalipsis 1. 5)

Si el amado lector no sabe el lugar que le espera después de la muerte, entonces sin pérdida de tiempo, debes de arrepentirte y pedirle el perdón de tus pecados a Dios, porque sólo la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (1 S.Juan 1.7)


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