sábado, 22 de enero de 2011

¡Todos hemos pecado!

El que de vosotros esté  sin pecado sea el primero en arrojar la piedra… (S.Juan 8. 7) Dicha historia es bien conocida y mal usada por el llamado cristianismo para defender y justificar sus aciagas prácticas.

Son muchas las ocasiones que escuchamos la expresión: El que esté sin pecado sea el primero en tirar la piedra… y, siempre que la usamos, lo hacemos para proteger el pecado cometido… y cuando esto ocurre, -y nos pasa muy a menudo- ponemos la cara de mártir como diciendo: ¡Qué culpa tengo de haber sido formado así! Y de este modo, quedamos bien ante la opinión pública y hasta somos compadecidos, porque: ¿Quién de nosotros está sin pecado y poder arrojar la piedra?

Con todos estos razonamientos humanos, tratamos de quedar bien, sin importarnos quien caiga… Pasa como con el impuesto del IVA, que el que lo paga, casi siempre, es el último mono. Y aquí sucede algo parecido: Nosotros pecamos y cargamos todas las culpas a Dios…

Así pasó con los judíos que llevaron a Jesús a una mujer sorprendida en el mismo acto de adulterio. Ellos, amparándose en la Ley de Moisés, querían matar a pedradas a tan desgraciada criatura. Pero en realidad, se estaban escudando en una ley amañada por ellos, la que estaba muy lejos de la Ley de Dios. Pero como les cubría muy bien sus adulterios, decían: En la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. ¡Qué cara más dura! Lo que realmente decía la Ley era apedrear a los tales, no sólo a las tales. (Levítico 20. 10 y Deuteronomio 22. 22)

Quizá el amado lector se pregunte: ¿Y todo esto a qué viene? Sencillamente para esclarecer nuestra posición ante Dios, pues: Tú has pecado. Yo he pecado. Y, por lo tanto, un día, más o menos cercano o lejano, tendremos que rendir cuentas ante Dios. Y, cuando ese día llegue, ¿Cómo te defenderás? Le dirás: ¿Qué culpa tengo yo que Adán y Eva pecaran? ¿Crees que esa excusa te librará de tu  culpabilidad? Has de saber que Dios es Justo y tú no pagarás por los pecados de Adán, sino que tú darás tus cuentas y yo daré las mías, y no las de otro mortal. Dios dice: Vivo yo, dice el Señor, que ante Mí, se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. (Romanos 14. 11-12) Así que: …el alma que pecare ESA morirá. (Ezequiel 18. 4) O sea: Esa será separada de Dios y sentenciada al infierno.

Querida alma, no te engañes: Dios no puede ser burlado; pues TODO lo que el hombre sembrare, ESO también segará. (Gálatas 6. 7) De modo que Adán rindió sus cuentas, como tú las tendrás que dar: Porque no hay diferencia, por cuanto TODOS pecaron, y están destituidos -están echados fuera- de la gloria de Dios. (Romanos 3. 22-23) Has de saber que, ante la santa justicia de Dios, TODOS estamos perdidos…

De modo que, por todo lo dicho, podrás comprender el por qué Cristo dijo: Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido. (S.Lucas 19. 10) Y ello demuestra la razón del para qué vino a este mundo, haciéndose Hombre por medio de la Virgen María, para que sin dejar de ser Dios, tomara  nuestro lugar y nuestros pecados en la cruz, para que ahora y para la eternidad: TODO aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (S.Juan 3. 16) ¿Lo entiendes ahora?

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