sábado, 15 de enero de 2011

No seas indeciso


Como siempre, el Señor iba rodeado por mucha multitud y en esta ocasión, un principal de la sinagoga venía a pedirle a Cristo que sanara a su única hija de 12 años moribunda. Entre tanto, una mujer viene también en busca de salud… ¡Tiene flujo o pérdida de sangre durante 12 largos años! Ha gastado toda su fortuna en médicos y va de mal a peor… Ahora está arruinada, enferma, desahuciada, desanimada y débil; ha perdido mucha sangre… Para postre, según la ley, ella es una mujer inmunda.: Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, …estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmunda hasta la noche. (Levítico 15. 19)

De modo que, aparte de su enfermedad y debilidad, estaba acomplejada… pero en su interior alberga la esperanza que va a ser curada, porque ha oído cosas maravillosas del poder y del amor del Señor Jesús, y se decía para sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. (Mateo 9. 21)

Por fin, con las pocas fuerzas que le quedan, logra tocar el manto, y el milagro surge, y en seguida la fuente de su sangre se secó; y SINTIÓ en su cuerpo que estaba sana de aquel azote. Se iba a marchar, cuando de pronto se oyó la voz del Señor que decía: ¿Quién ha tocado mis vestidos? (S.Marcos 5. 29-30) La reacción de sus discípulos no se hizo esperar… que, en nuestro actual lenguaje se diría así: Señor, ves que vamos como sardinas en bota y se te ocurre decir: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Pero Jesús siguió diciendo: Alguien me ha tocado; porque Yo he conocido que ha salido poder de Mí. (S.Lucas 8. 46)

La mujer notó, después  de 12 años, que la sangre le subió a las mejillas al percibir que había sido descubierta, y temblorosa,  vino a Jesús, y postrándose a sus pies le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. (S.Lucas 8. 47-48) Te puedes imaginar cómo se quedarían los discípulos al saber que Jesús tenía razón, ¡le habían tocado!

Qué sensibilidad la del Señor, no ignoró que una persona le había tocado con un toque especial. ¡A Él no se le escapa nada! Conoce nuestro corazón y pensamientos y sabe si le rechazamos, aunque sea muy diplomáticamente, o si reconociendo nuestros pecados, buscamos el perdón de los mismos. ¿Qué harás?

¡Cuántas personas en nuestros días se encuentran enfermas del alma y no saben lo que les ocurre!… Así le sucedió a la samaritana que sólo encontró la felicidad que buscaba en Cristo.

¡Y cuántas gastan el dinero en medicinas cuando su problema está en su alma! Porque cuando el alma está enferma, el único médico que la puede sanar es el Señor, ya que Él ha sido el único que ha pagado en la cruz, no sólo nuestros pecados, sino que también Él llevó nuestras enfermedades… (Isaías 53. 4)

¡Puedes imaginar la felicidad de la mujer al verse sanada después de 12 años!  Todavía es mejor cuando la persona le pide al Señor el perdón de sus pecados pues, ¡sentirás y sabrás al instante, que ha sido salvada!

¿Te gustaría quedar libre de tus vicios y pecados? ¿Sí? ¡Entonces tendrás que alargar tu mano de la fe!. Si lo haces, podrás SENTIR la dulce voz del Señor, lo mismo que a esta mujer cuando se le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. ¿Por qué no le pides el perdón de todos tus pecados ahora mismo al Señor? Si lo haces: ¡SABRÁS que eres salva!.

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