sábado, 15 de enero de 2011

Las dudas de un rabino


Un día, un maestro religioso de Israel, llamado Nicodemo, oyó hablar al Señor Jesús palabras tan llenas de amor y vida, que este hombre, de cierta influencia en su pueblo, quiso tener una conversación con Él.

Pero ¿cómo él, un maestro que había pasado largos años de estudio, ahora se iba a rebajar hablando con un predicador callejero? ¿Que dirían sus amigos y sus alumnos? ¿Dónde quedaría su reputación? Quizás se hiciera estas y otras preguntas; pero lo que había escuchado de los labios del Señor Jesús le inquietaba y le hacía perder el sueño…

Además, ¿de qué le valían sus estudios de teología, etc., si sus preguntas sobre la eternidad y el más allá de la muerte quedaban sin respuestas? En cambio, con lo que oyó de Jesús, no sólo le hizo pensar, sino que Sus palabras, dichas con autoridad y seguridad, le pusieron a cavilar...

Nicodemo se preguntaría: ¿Si no es un enviado de Dios, ¿cómo es posible que haga las señales y maravillas que hace? ¿Cómo es concebible que hable así sin tener estudios superiores?, porque su oratoria es la de un Maestro… Y, sobre la eternidad, predica con más seguridad que nuestro patriarca Job, el cual dijo: Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán y no otro… (Job 19. 25-27)

En este mar de confusión, andaba Nicodemo, cuando tomó la decisión de ir a ver a Jesús de noche, cuando nadie le viera… y hablaría con Él para deshacer el aluvión de dudas que se le habían acumulado…

Por fin, va y le saluda tímidamente; y enseguida, Jesús que es Dios, manifestado en carne, sabiendo lo que a Nicodemo le pasaba, sin rodeos va al grano y le dice: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios. (S.Juan 3. 3) Iniciándose de este modo una de las más maravillosas conversaciones habidas en este mundo, y que por la misma, millones de personas han encontrado el perdón de sus pecados y la paz con Dios, al leerla y creerla.

Si tú, amado lector, en lo más íntimo de tu ser, al igual que Nicodemo, deseas encontrar contestación a tus preguntas relacionadas con el más allá, sobre lo concerniente a la seguridad de tu salvación, entonces te sugiero que leas por ti mismo todo el capítulo tres del Evangelio de S.Juan, donde hallarás toda la conversación que Cristo tuvo con Nicodemo. Coloquio que le llevó a conocerle como su único y suficiente Salvador.

Antes de la entrevista con Jesús, tenía miedo a que le vieran, pero después tuvo el coraje y la valentía de traer un preparado de mirra y áloes, para sepultar a Jesús; cuando hasta los discípulos de Jesús le habían abandonado… Pero Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y áloes como cien libras. (S.Juan 19. 39)

Amado lector: ¿Tú quieres ser salva o salvo? ¿Sí? Entonces tienes que nacer de nuevo, lo cual es un milagro que solo lo puede hacer Dios, ¡si tú se lo pides!, no es algo que pueda hacer ninguna religión, ni santo de tu devoción, es asunto entre tú y Dios, ¡si se lo pides en el nombre de Cristo!, ya que Él dijo: …todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. (S.Juan 16. 23) ¡¡Que así sea!! Amén.

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