sábado, 15 de enero de 2011

La salvación no se compra


Y a los ricos envió vacíos. Estas son palabras que pronunció la bienaventurada Virgen María en aquel cántico de alabanza que elevó a Dios después de haber concebido por el Espíritu Santo, cuando visitaba a sus parientes, los padres de Juan el Bautista, y después de haber saludado a su prima Isabel.

            Fue un cántico de alabanza que elevó a Dios después de haber concebido por el Espíritu Santo. Como es natural, dichas palabras pueden tomarse de muchas maneras, pero si examinamos el contexto en que fueron dichas, no cabe en ellas ninguna censura ni condena para los ricos ni para el dinero... Sólo nos dan a entender que el Señor escogió para nacer, un hogar pobre antes que la casa de un rico.

Generalmente tenemos ideas preconcebidas que nos llevan a falsas conclusiones, y una de ellas es el dinero. Ninguna cosa por sí misma es mala; lo malo viene en el uso o el abuso de las cosas, y en este caso, cuando hacemos mal uso del dinero.

Como quiera que en este mundo el dinero es la llave que abre todas las puertas, muchas personas piensan que del mismo modo podrán abrir las puertas del cielo. De ahí las misas por los difuntos, las velas, las mariposas y un largo etc., que se pagan con dinero. Todo ello da lugar a pensar que el cielo también se puede comprar…Pero Dios, en su palabra dice todo lo contrario: …sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata. (1ª S.Pedro 1. 18) También S.Pablo nos dice: A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas… (1ª Ti moteo 6. 17)

El mismo Señor Jesucristo en cierta ocasión aseguró: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús respondiendo, volvió decirles: Hijos, ¡cuán difícil les entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! (S.Marcos 10. 23-24)

Como el lector ha podido comprobar con dichos pasajes de la palabra de Dios, el dinero, el oro ni la plata, pueden comprar el cielo ni la salvación. Para comprar la salvación se necesitó un precio muy alto, ¡pero muy alto!, tanto que el mismo Señor dijo: ¡Qué aprovechará al hombre si ganare el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma. (S.Marcos 8. 36-37)

No hay nada en este mundo que satisfaga a Dios para que a cambio nos pueda borrar los pecados… Esa fue la causa para que su Hijo se ofreciera a morir a cambio de nuestra salvación. Para eso tuvo que dejar su trono y bajar a humanarse en el vientre de la Virgen María y llegar a morir en la cruz, donde derramó su preciosa sangre con la que nos pudo borrar de todo pecado. ¡¡Eso hizo por ti y por mí!!, pero, de nada valdrá Su sacrificio si tú no lo recibes y le pides que te salve.

De modo que Cristo pagó nuestros pecados no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con LA SANGRE DE CRISTO, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. (1ª S.Pedro 1. 18-19) Así fue como obró la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a nosotros se hizo pobre, siendo rico, para que nosotros con su pobreza fuésemos enriquecidos. (2ª Corintios 8. 9) ¡¡Así fue el precio que tuvo que pagar para nuestra salvación!!  Ahora tú tienes que creerla y aceptarla para que puedas disfrutarla… ¡¡De ti depende!!

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